Diálogo entre un sacerdote y un moribundo

EL SACERDOTE: ¿No creéis pues en Dios?
EL MORIBUNDO: No (…) Por consiguiente, no me has prestado ningún servicio con la edificación de tu quimera, has turbado mi espíritu, pero no lo has clarificado y no te debo más que odio en lugar de reconocimiento. Tu dios es una máquina que has fabricado para servir tus pasiones, y tú lo has hecho moverse a su gusto, pero dado que ella molesta a las mías encuentra bien que lo haya derrocado, y en el instante en que mi alma débil tiene nececidad de calma y de filosofía, no vengas a espantarla con tus sofismas, que la espantarían sin converncerla, que la irritarían sin volverla mejor; ella es, amigo mío, esa alma, lo que quiso la naturaleza que fuera, es decir el resultado de los órganos que ella se ha complacido en formarse en razón de sus perspectivas y de sus necesidades; y como ella tiene una necesidad igual de vicios y de virtudes, cuando le ha complacido llevarme hacia los primeros, lo ha hecho, cuando he queridos los segundos, me ha inspirado sus deseos, y me he librado a ellos de inmediato. No busques mpas que sus leyes como única causa de nuestra inconsecuencia humana, y no busques a sus leyes otros principios que sus voluntades y sus necesidades…